Extensa, curvilínea, exhuberante y colorida te definen perfectamente. Pero el otro día, de otra boca, salió un elogio que no había escuchado todavía: el de tu delicioso aroma, dulzón y penetrante.
Elegí cualquier especie animal que te inspire una sensualidad salvaje. Bueno, esa sos vos. Esa especie silvestre, indomable a pesar de que quieras convencer a todos que no. O que todos piensen que podrán con vos. Ilusos!
Tus deslumbrantes montes, tus curvas a un paso del abismo, esa provocación permanente a los sentidos no podría durar por siempre. Hay límites y costos. La mesura, la sanidad psicológica no pueden resistir a tus encantos e insinuaciones. No hay cómo ignorar tus guiños, tu calor y candidez que mezclan, perfecta y peligrosamente, candor y dobles sentidos.
Es fundamental para un hombre preservar el respeto y los cuidados delante de una mujer. Al final, es ella quien decide. Ni que hablar frente a una deidad de mil rostros iluminados, de cuerpos tentadores y de voces aflautadas que tientan con su timbre y su acento y, que por si fuera poco, vienen acompañadas de ojos cuyas miradas desnudan inmediatamente el alma y el cuerpo del más púdico de este planeta.
Es necesario parar. Hay momentos en que la razón debe predominar como mecanismo de supervivencia. Si no, abdicamos como lo he hecho en cada uno de estos cinco mil días (y noches) entre tus encantos y es preciso liberarse de tus brazos, tus cabellos, tus olores y tu voluptuosidad.
Será necesario reeducar los sentidos. Catorce años, casi. Tal vez pierda emoción, sea más sufrido. Casi una abstinencia. Instinto de preservación debe ser, qué sé yo? La vida tiene sus momentos.
Con vos, quedate tranquila, seguro que fueron los más intensos.