Me canso de oír en radio y televisión que Brasil es el modelo a seguir. Con raras excepciones, los comunicadores exaltan las virtudes del modelo económico y social, su alegría, su armonía. Me parece que hay cierto desconocimiento estructural o , sencillamente, mala fe. Se esconde una buena parte de la realidad.
La pujanza económica e innovación tecnológica está asociada a un alto nivel de desigualdad social. Y no estoy hablando solamente del aspecto económico, sino también en lo que hace a derechos civiles y conceptos universales de integración. Brasil es un país donde un estatuto vale más que el derecho universal garantizado por ley.
El ejemplo más evidente fue el de esta semana.
Días después de una brutal represión del Estado de Paraná a una marcha reivindicatoria de profesores donde más de 100 fueron heridos con balas de goma y muchos más atendidos por los efectos de los gases lacrimógenos, la población futbolera tomó el guante y no dejó pasar el escandaloso episodio.
El sábado, la hinchada de Atlético Paranaense manifestó su apoyo a los profesores, como el jueves lo habían hecho los hinchas del Londrina que se consagró campeón del Interior. El domingo, durante la final entre Coritiba y Operário, 25 mil hinchas insultaron al gobernador Beto Richa y desplegaron una bandera pidiendo su salida.
Claro que en Brasil, la CBF prohíbe cualquier manifestación ajena al fútbol, así que la policía militar hizo recoger el “trapo” para que el espectáculo siga adelante sin contratiempos indeseables. Mi colega y compañero de la Agência Eleven, Cleber Yamaguchi, retrató la bandera que después fue retirada.
Este episodio, de manifestación espontánea que enfrenta una reglamentación represiva me hizo acordar el episodio de 1981, durante los últimos y no menos violentos días de la dictadura militar argentina, donde la hinchada de Nueva Chicago cantó la “Marcha Peronista” y fue retirada del estadio y detenida.
Sería necesaria la guerra de Malvinas y más manifestaciones para que los militares dejasen el poder y la democracia regresara a la Casa Rosada.
Brasil volvió al Estado de Derecho en 1985. Pero, treinta años después, no se democratizó por completo. Las corporaciones y los estatutos tienen más peso que la Constitución. El derecho es interpretado de acuerdo a quién es afectado y a quién afecta. Falta mucho para que algunos de los pilares de la democracia se apliquen exahustivamente. La universalidad de derechos y, con ella, la integración aún están faltando.
Es eso lo que los gurúes de la comunicación desean cuando hablan de Brasil? A veces creo que sí. Muchas veces creo que no hay nada de inocente desconocimiento en lo que leo y escucho desde que regresé al país.
Brasil es una potencia económica. Brasil es un gigante. Pero a qué costos? Brasil atrasa… mis amigos. Brasil, atrasa.